El Castillo de San Servando

Hoy vamos a redescubrir un enclave mágico, uno de los muchos que podemos encontrar en la ciudad de Toledo, el Castillo de san Servando.

Un enclave situado estratégicamente al otro lado del Tajo, junto al puente de Alcántara, los Romanos probablemente fueran quienes primeramente utilizaran este enclave para ubicar a una guarnición militar, debido a su ubicación respecto a la ciudad de Toledo, y ya que además se han encontrado restos de una antigua calzada romana que discurría hacia el sur. Posteriormente fue basílica Visigoda, siendo transformado en un enclave militar durante la época musulmana. Tras la conquista de Toledo por Alfonso VI, fue transformado en monasterio de cluniacenses de Saint-Víctor de Marsella, pero su situación extramuros de la ciudad lo convertía en un fácil objetivo de los ataques Almorávides por lo que fue abandonado por los frailes sobre el 1010, siendo fortificado en esa época.

El rey Alfonso VIII entregó a los freires de la orden de Salomón el enclave con la intención de que estos guardasen la margen izquierda del Tajo de las razias musulmanas, siendo conservado por los Templarios hasta el 1308. Conforme fue avanzando la reconquista este enclave fue perdiendo su carácter defensivo, y pasando a un estado de abandono con el paso de los años, a pesar de haber sido el primer castillo en ser declarado monumento nacional en 1874. El aspecto que tiene en la actualidad el edificio se debe a la reforma acometida en el edificio entre los años 1945 y 1958.

El FANTASMA TEMPLARIO DEL CASTILLO DE SAN SERVANDO

La estancia de los monjes guerreros en el Castillo dio origen a una de las innumerables leyendas que jalonan la historia de la ciudad de Toledo.

Era una noche fría y tormentosa de otoño, todos los hermanos de la Orden del Temple dormían, excepto Don Nuño Alvear, el cual se encargaba de guardar y vigilar los accesos al castillo, siendo encargado de atender a los posibles peregrinos que en esa jornada hubieran sido sorprendidos por la lluvia y buscasen refugio entre los sólidos muros del castillo. Don Nuño era uno de los más valientes y diestros caballeros que se podían encontrar en aquel entonces en la ciudad de Toledo, pero tantos tiempo dedicado a la guerra había endurecido su carácter, hasta tal punto que en los últimos años había cometido gran cantidad de desmanes, que habían quedado impunes por el hecho de que él era uno de los caballeros más poderosos que se encontraban en la ciudad de Toledo.

Esa noche, algunas de las villanías que había cometido, atormentaban a Don Nuño en forma de viejos recuerdos, justo en ese momento en el que pensamientos de culpa inundaban su cabeza, sonaron tres fuertes aldabonazos que sobresaltaron al curtido guerrero.

“Alguien busca cobijo en esta noche maldita”, farfullaba Don Nuño mientras se dirigía hacia la torre de la caracola de los peregrinos, de donde provenía la llamada. Una vez abierta la puerta se introdujo en el castillo una misteriosa peregrina, había algo en ella que infundía terror era exageradamente vieja, sus huesudas manos luchaban por mantener asido el bastón que portaba, sus pies desnudos estaban terriblemente descarnados.

Ambos se dirigieron al salón de la guardia donde una inmensa chimenea, crepitaba iluminando y calentado la estancia, caballero y anciana se acercaron a la misma, para paliar el entumecimiento provocado por el frío y la humedad. Mientras Don Nuño contemplaba las llamas, la anciana le comenzó a hablar con una voz que parecía surgir de las mismísimas entrañas del infierno:

“Don Nuño, mal templario, he venido a buscaros, soy vuestra perdición, soy la eterna peregrina a quien nadie abre la puerta gustosamente, se que no soy bien recibida, ¿qué vamos a hacer?, siempre ha sido así”.

“Acabad ya vuestra cháchara, y decidme de donde venís y que queréis de mi, responded o me veré obligado a echaros del castillo”, respondió el caballero más atemorizado que contrariado.

“A por vos vengo Nuño Alvear, bien lo sabéis, ha llegado vuestra hora”

El caballero reconoció en el rostro de la vieja peregrina a la misma muerte, que había venido a buscarle, e intentó pedir en vano ayuda a la guardia del castillo, en vano ya que el aire era incapaz de salir de sus pulmones.

Mientras la vida se le escapaba al viejo caballero, la parca le señalo las llamas de la chimenea, donde por arte de magia se pudieron contemplar las escenas de las fechorías cometidas por el Templario a lo lago de su vida, se podía ver claramente a Mohamed, aquel musulmán a quien una noche por venganza mando matar,  mientras la hija de su víctima era testigo de tal atrocidad y a la cual finalmente arrojó al río; podía ver igualmente los rostros del sin fin de inocentes que había pasado a cuchillo en sus años de luchas, a los peregrinos a los que había negado cobijo . . . estaban todos, nadie había faltado a esa cita. Don Nuño mientras contemplaba horrorizado las sangrías cometidas, noto que le faltaba el aire, las fuerzas le abandonaban, había llegado su fin. 

A la mañana siguiente, cuando uno de los Sargentos templarios se acercó hasta la sala de guardia extrañado porque Don Nuño no había acudido a la oración de la mañana, se encontró a este inerte tendido sobre el suelo, y en su rostro se podía leer el espanto y el dolor de lo que había acaecido la pasada madrugada entre los muros del castillo.

A día de hoy numerosos testimonios de los inquilinos de las habitaciones del Albergue en que se ha convertido el Castillo de San Servando, aseguran escuchar una inquietante voz que suplica perdón y extrañas sombras que deambulan en las diversas estancias del castillo, ¿sugestión?, o estos extraños fenómenos son provocados por el alma en pena de Don Nuño Alvear, que recorre cada día pasada la media noche los corredores del castillo intentado expiar sus pecados.

MIO CID EN EL CASTILLO DE SAN SERVANDO

El castillo de San Servando no solo es morada de espíritus y fantasmas, en el Cantar del Mío Cid, se detalla una estancia de Rodrigo Diaz de Vivar, el Cid campeador, en Toledo, en la que el héroe castellano pernocta en el Castillo de San Servando.

El Cid quiere lavar su honor mancillado por los infantes de Carrión y se persona con su sequito en Toledo, donde al día siguiente el rey Alfonso ha convocado a la corte.

Por precaución ante una posible traición el Cid y los suyos prefieren pasar la noche en el castillo de San Servando en vez en el interior de un palacio que les ha ofrecido el rey. Allí pasan la noche velando armas y a primera hora de la mañana el Cid y su hueste entran a pie en Toledo cruzando el puente de Alcántara.

Don Alfonso hacia Toledo quería volverse ya;

pero el Cid aquella noche no quiso el Tajo pasar.

«Merced os pido, señor, a quien Dios libre de mal,

entrad vos, rey don Alfonso, en Toledo, la ciudad,

en San Servando me quiero yo con los míos quedar,

que muchas de mis compañas esta noche llegarán.

La noche la velaré rezando en este lugar

y mañana al ser de día entraré en esa ciudad

y antes de comer el Cid ante la corte estará».

Le contesta don Alfonso: «Pláceme de voluntad».

El rey de Castilla entonces en Toledo se fue a entrar

y el Cid en aquel castillo de San Servando se está.

Manda que enciendan candelas y las lleven al altar,

quiere velar en aquel paraje de santidad,

a Dios estarse rogando, con Él en secreto hablar.

Álvar Fáñez de Minaya y los otros que allí están

cuando vino la mañana dispuestos se encuentran ya.

Estas cortes extraordinarias que se mencionan, ocurridas en diciembre de 1086, no tuvieron realidad histórica, el poema más que un libro Histórico es la primera de nuestras obras universales, de género caballeresco en las que se ensalzan las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar. Lo que es indudable que el personaje histórico del Cid, estuvo en Toledo varias veces, y en alguna de esas ocasiones permanecería inequívocamente varios días en la ciudad, por lo que no nos parece descabellado dejar volar nuestra fantasía e imaginar al Cid Campeador paseando por los pasillos del Castillo de San Servando y pernoctando en alguna de sus estancias.

TUMBAS ANTROPOMORFAS EN EL CASTILLO DE SAN SERVANDO.

En la actualidad en la parte trasera del castillo de San Servando tenemos una pequeña explanada, donde podemos contemplar unas espectaculares vistas de la ciudad de Toledo. En el promontorio donde se alza el castillo encontramos una pequeña zona ajardinada junto a los muros del castillo, en donde podemos encontrar un conjunto funerario compuesto por varias tumbas antropomorfas excavadas en la roca.

El origen de este conjunto funerario bien pudiera ser de cuando este enclave era una basílica Visigoda, entre los Siglos VI y VII, o posterior entre los siglos VIII y XI, cuando Toledo se encontraba bajo el dominio musulmán  ya que todas las tumbas parecen estar alineadas y con la parte de la tumba donde se acomodaba la cabeza del difunto orientada hacia la Meca (al este), y que estas tumbas se encontrasen ya en el lugar cuando el edificio se transformo en un enclave militar.

Al haber sido expoliadas las tumbas y no encontrar ningún resto, su origen no se pueden datar con seguridad, lo que queda claro que la ubicación del Castillo de San Servando respecto de la ciudad de Toledo es única, y que el entorno ha sido reutilizado a lo largo de los siglos, por lo que no es descartable que incluso este conjunto funerario, pudiera estar datado en épocas anteriores e incluso corresponder a la Edad del Bronce.

Bibliografía:

-Juan G.Atienza “Guía de la España templaria2, editorial ARIN, Barcelona 1985.

Luis Rodríguez Bausá “Toledo insólito”, publicado por Paseos Mágicos, Toledo 2003.

Luis Rodríguez Bausá “Templarios en Toledo”, Ediciones Covarrubias, Toledo 2009.

Luis Rodríguez Bausá y Javier Mateo Álvarez de Toledo “Guía Mágica de Toledo y su Provincia”, Ediciones Covarrubias, Toledo 2010.

– Mariano López Calvo “Rutas Literarias de Toledo”, Editorial Cuarto Centenario, Toledo 2013.

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