Batalla de Almonacid, 1809 (por Rubén Villamor)

Batalla de Almonacid, 1809 (por Rubén Villamor)

La Guerra de la Independencia Española de 1808 a 1814 que tuvo lugar dentro del contexto de las Guerras Napoleónicas fue un conflicto plagado de violentas batallas y grandes enfrentamientos entre la Francia Imperial y una coalición conformada por el Reino de España, Gran Bretaña y Portugal. Aunque durante la contienda el Ejército Español y la guerrilla que operaba en la retaguardia protagonizaron brillantes gestas hasta la expulsión y derrota definitiva de las fuerzas de Napoleón Bonaparte, también los españoles fueron víctimas de catastróficos reveses, en parte por la incompetencia de sus mandos, como fue el caso de la Batalla de Almonacid sobre la provincia de Toledo en 1809.

Ofensiva del Tajo

Para entender la Batalla de Almonacid antes hemos de remontarnos a la ofensiva del Río Tajo que comenzó el 21 de Julio del año 1809 cuando el Ejército de la Mancha con base en Extremadura y Ciudad Real, pretendía amenazar Madrid, aunque no necesariamente tomarlo, conformándose con algunas plazas secundarias como Toledo o Aranjuez que aproximaran la línea del frente a la capital de España y complicaran mucho las cosas al Ejército Francés. De ese modo esperaban comprometer al régimen liberal del Rey José I Bonaparte «Pepe Botella» y liberar una parte considerable de la mitad de España desde la que iniciar la reconquista del resto de la Península Ibérica.

La ofensiva del Río Tajo se efectuó con un total de 79.000 efectivos que según la nacionalidad fueron 64.000 españoles y 15.000 ingleses. El avance transcurrió con rapidez desde el principio, pues los anglo-hispanos liberaron numerosos pueblos manchegos mediante un progreso sostenido en dos alas: el grueso principal conformado por los 35.000 hombres del general Gregorio Cuesta y los 15.000 británicos del general Arthur Wellesley «Duque de Wellington» que partieron de Extremadura hacia el eje Talavera de la Reina-Toledo; y un contingente secundario compuesto por 29.000 soldados españoles del general Xavier Venegas que salió de Ciudad Real hacia el eje Aranjuez-Madrid.

En el caso de la expedición del general Xavier Venegas que durante las fases iniciales ocupó algunos enclaves del sur de Toledo, repentinamente detuvo su avance el 26 de Julio porque su comandante, un hombre poco propicio a tomar decisiones en momentos de dificultad, vaciló a la hora de decantarse sobre cuál ruta escoger para alcanzar Madrid.  Así fue como en lugar de ceñirse al plan original, dividió sus fuerzas en dos y mandó una parte de su ejército hacia Aranjuez y otra hacia la capital de Toledo, por aquel entonces defendida únicamente por dos regimientos polacos a los que sería muy fácil aplastar. Sin embargo y contra todo lo esperado, en cuanto ambas columnas se pusieron en marcha, de nuevo Venegas volvió a ser víctima de sus propia incertidumbre, por lo que ordenó detener la marcha de ambos contingentes justo a mitad del trayecto.

Mientras el general Xavier Venegas perdía el tiempo sobre la ruta hacia Toledo, los días 27 y 28 de Julio se desarrolló la famosa Batalla de Talavera de la Reina que concluyó con la conquista de dicha plaza por parte del Ejército de la Mancha y unas bajas de 7.300 muertos o heridos para los franceses, así como unas 6.600 para los anglo-españoles bajo el mando compartido de Cuesta y Wellington. A pesar de que la noticia del triunfo volvió a insuflar de optimismo a Venegas, lo cierto fue que éste se lamentó de haber dudado sobre su cometido al sur de Toledo según él mismo manifestó: «Me es sumamente sensible haber desaprovechado la oportunidad de apoderarme de Madrid».

Desgraciadamente también las dudas pronto asaltaron a Cuesta y Wellington cuando tuvieron constancia que desde Plasencia se habían movilizado tres cuerpos del Ejército Francés al mando del mariscal Jean Soult y que encima el mismo grueso de las fuerzas militares del Rey José I acababan de atrincherarse a tan sólo 10 kilómetros de Toledo, ubicando su Estado Mayor en Bargas. Como el Duque de Wellington estaba en contra de retar a los franceses a campo abierto a sabiendas de su mayor capacidad de maniobra, todo lo opuesto a Cuesta  que prefería desafiarles en una batalla decisiva; al final ambos generales terminaron discutiendo y rompiendo cualquier tipo de entendimiento en el campo anglo-español. Fue entonces cuando se optó por suspender la ofensiva del Río Tajo y el 4 de Agosto por abandonarse Talavera de la Reina que de nuevo fue reocupada por el Ejército Francés.

Venegas contra Sebastiane

Las discrepancias hispano-británicas que habían echado al traste toda la ofensiva del Tajo apenas eran conocidas por el general Xavier Venegas, quién cada vez más confuso sobre qué decisión tomar, el 5 de Agosto se decantó por volver a poner en marcha a su ejército y dirigirse hacia Toledo sin saber que desde hacía días ya estaba custodiado por grandes unidades del Ejército Francés. Así tendría que haberlo sospechado cuando en la jornada del 9 libró una escaramuza contra un grupo de 300 jinetes de la caballería francesa sobre la carretera de Almonacid a Nambroca, a los cuales los hispanos ahuyentaron sobre un campo de olivares. Sin embargo y pese a este hecho tan evidente, Venegas volvió a ser víctima de sus habituales dudas y ordenó acampar sobre el terreno a la espera de acontecimientos.

Durante dos días, prácticamente las jornadas del 9 y el 10 de Agosto al completo, el Ejército de la Mancha perdió el tiempo sin avanzar ni retroceder mientras sus hombres descansaban al norte del pueblo de Almonacid y se dispersaban por la comarca en busca de agua y comida. Fue entonces cuando al amanecer del 11, nada más levantarse de la cama Vengas y abrir la persiana de la casa rural donde se alojaba, comprobó como ante sus ojos avanzaba en perfecta formación todo el Ejército Francés al mando del general corso Horatio Sebastiane.

El Ejército Francés disponía de 30.000 efectivos entre 26.000 infantes o granaderos y 4.000 jinetes de caballería con sus monturas, más 30 piezas de artillería. Al mando del general Horatio Sebastiane, oriundo de Córcega como el propio Napoleón, este líder era considerado un hombre letrado e intelectual que había sido embajador en el Imperio Otomano, además de ser conocido por su genio táctico en el terreno militar tras haber comandando tropas en la mayor parte de los campos de batalla de Europa como Arcole y Marengo durante la campaña de Italia, así como haber contribuido a la derrota de rusos y austríacos en Austerlitz e incluso haber combatido ya sobre España durante el avance a Ciudad Real.

El Ejército Español contaba con 24.659 efectivos de los cuales 2.885 eran jinetes de caballería, más 26 piezas de artillería. A diferencia del general Sebastiane en el campo galo, el general Xavier Vengas solamente había estudiado la carrera de matemáticas en Barcelona y era un militar hecho más para campañas defensivas que no ofensivas, como por ejemplo las de Argel, Menorca y Ceuta en las que había participado, ya que los ataques que lideró en el pasado terminaron en desastre como le ocurrió en algunos episodios de la Guerra del Rosellón y en la propia Guerra de la Independencia durante la Batalla de Tarancón cuando su columna se extravió por el camino en medio de la noche a causa de su pésima orientación y a un reconocimiento del terreno inadecuado.

Batalla de Almonacid

La Batalla de Almonacid el 11 de Agosto de 1809 puede dividirse en tres fases. La primera el asalto a los Cerrojones, la segunda el ataque hacia el propio pueblo de Almonacid ante la pasividad de las 4ª y 5ª Divisiones Españolas, y la última la retirada desde el castillo hacia Ciudad Real. Aquí un mapa del campo de batalla:

Despliegue de tropas en la Batalla de Almonacid

Ataque a los Cerrojones:

Los Cerrojones eran dos montes situados en el extremo occidental del campo de batalla, en concreto «La Coronilla» de 763 metros y «La Altura Aislada» de 758 metros, que se hallaban defendidos por 2.000 tropas españolas de los Batallones «Bailén» y «Jaén». La primera acometida del Ejército Francés fue precisamente contra dicho sector mediante una aproximación a 800 metros del lugar, muy cerca del camino de la Ermita de la Oliva, donde las piezas de artillería galas fueron emplazadas para batir con intensidad la cima. Tal debió ser el bombardeo de los cañones que actualmente se han encontrado fragmentos de proyectiles y metralla sobre un área circundante de 200 metros en el entorno.

El primer asalto contra los Cerrojones estuvo protagonizado por la Legión Polaca, también conocida como «Legión del Vístula» debido a que sus soldados eran voluntarios del Ducado del Varsovia a los que Napoleón les había ofrecido luchar a cambio de conceder la independencia a Polonia de Rusia y Prusia. Aunque estos veteranos eran auténticos guerreros curtidos en diversos escenarios bélicos de Europa, fueron rechazados por los defensores andaluces que les acribillaron cuando ascendieron a media pendiente, sufriendo nada menos que entre 73 y 300 bajas dependiendo de los muertos, los heridos o los desaparecidos, contabilizándose además entre las víctimas el famoso Conde Maciej Sobolewski.

En el segundo ataque contra los Cerrojones cargaron los tres regimientos de la Legión Polaca que en esta ocasión alcanzaron la cumbre y entablaron un sangriento combate cuerpo a cuerpo a la bayoneta contra los españoles. Nuevamente los andaluces de los Batallones «Bailén» y «Jaén» se mostraron muy capaces y pareció que iban a resistir a los polacos, por lo menos hasta que de manera inesperada arremetieron por su flanco derecho los voluntarios germanos de la Legión Alemana y los neerlandeses de la Legión Holandesa que desbordaron a los defensores.

A punto de venirse abajo los Batallones «Bailén» y «Jaén» que poco a poco fueron siendo empujados por un contingente internacional de polacos, alemanes y holandeses sobre los Cerrojones, en última instancia apareció la caballería española con los Regimientos «Granada» y «Fernando VII». Lamentablemente las fuerzas polacas se percataron de la maniobra y rápidamente formaron en cuadro, rechazando a 300 jinetes que tras un par de vueltas alrededor de los voluntarios eslavos se retiraron, perdiendo la vida en la refriega el Vizconde Zolina.

Tampoco sirvió una segunda carga de caballería de los Guardias Reales Españoles porque los soldados de la Legión Polaca ya se habían hecho fuertes en los Cerrojones y desarticularon el ataque y los repelieron a tiros con relativa facilidad. Después de aquella última acción, los polacos al fin se apoderaron de los Cerrojones y comenzaron a hostigar a los supervivientes españoles que desesperados se retiraban hacia Almonacid.

Papel de las 4ª y 5ª Divisiones Españolas:

El repliegue desde los Cerrojones hacia Almonacid se efectuó sobre un llano polvoriento de 1 kilómetro (dónde hoy está la autovía CM-42 que conecta Toledo con Ciudad Real). Durante la huida muchos cayeron víctimas de las escaramuzas de polacos y alemanes, así como de los disparos de la artillería francesa. Ante lo peligroso de la situación, la caballería española no tuvo más remedio que intervenir para cubrir la retirada y cargar contra los perseguidores de la Legión Polaca y la Legión Alemana empleando a 1.800 jinetes y monturas. Desgraciadamente para los hispanos, los germanos que iban algo más adelantados formaron en cuadro y acribillaron a los caballos que se asustaron y se dispersaron sobre la llanura manchega. El resultado de la acción fue desastroso porque a costa de perder la vida una docena de alemanes, los españoles encajaron 206 bajas entre 36 muertos y 170 heridos.

Simultáneamente en el flanco izquierdo de la batalla por delante del pueblo de Almonacid, las dudas del general Xavier Venegas volvieron a resultar letales para el desarrollo de la lucha. La razón de ello fue que en lugar de movilizar a la 5ª División de Infantería Española que podía haber protegido a las tropas que se retiraban de los Cerrojones, prefirió dejarla inmovilizada sobre el terreno sin asignar a sus hombres ningún cometido. Los artilleros franceses en seguida se percataron de este error por parte de Venegas, por lo que a continuación orientaron sus ocho baterías hacia la estática división y la batieron intensamente con sus piezas. Como la mayor parte de los hombres no estaban a cubierto y encima se exponían innecesariamente formando en línea sin hacer nada, la repentina granizada de proyectiles fue mortífera porque las bolas de acero fueron segando las hileras humanas una a una, dándose el caso de que en ocasiones una sola bola de cañón mató o despedazó los miembros a ocho combatientes. Bastaron unos pocos minutos de martillero constante para que las bajas españolas ascendieran a 313 entre 129 muertos y 184 heridos.

Algo más a la derecha de la 5ª División de Infantería se hallaba la 4ª División de Infantería Española del general Gonzalo Castejón que contaba con 8.700 soldados para hacer frente a los 4.000 veteranos galos de la 1ª División de Infantería Francesa al mando del general Jean Rey. No obstante y aunque los atacantes eran menos de la mitad que los defensores, su adiestramiento y capacidad de maniobra era mayor, lo que sumado a un certero tiro de la artillería que encima había adelantado posiciones debido a las negligencias del general Venegas, resultó ser fatal para los españoles que recibieron un castigo y en seguida sus líneas comenzaron a descomponerse.

La arremetida de la 1ª División de Infantería Francesa fue decisiva porque tras los choques iniciales la 4ª División de Infantería Española se desintegró al tratar de huir la mayor parte de sus componentes, como les sucedió los 650 integrantes del Batallón «Jerez» que cayeron bajo el mortífero fuego enemigo o simplemente desertaron. Sólo algunos valientes, fruto de la desesperación, decidieron resistir hasta la completa aniquilación como el 5º Regimiento «Sevilla» que tras agotar sus cartuchos de munición, tanto los suyos propios como de los compañeros fallecidos, continuaron peleando con cuchillos y bayonetas.

Castillo de Almonacid

Retirada hacia el Castillo de Almonacid:

El castigo infligido a las 4ª y 5ª Divisiones de Infantería Españolas propició la huida en desbandada de estas dos formaciones hacia los montes situados por detrás de Almonacid. Se trataba de dos colinas que eran conocidas como el Cerro de la Cruz con 828 metros de altura al oeste y el Cerro Santo de 831 metros al este, estando ubicado en esta última cima el famoso Castillo de Almonacid construido en el año 848 d.C. durante la presencia árabe en la Península Ibérica.

La fuga de las 4ª y 5ª Divisiones de Infantería Españolas se hizo en el más completo desorden, aunque por suerte algunas unidades mantuvieron la coherencia e incluso se pudieron recuperar dos cañones que cayeron en manos de las franceses gracias a una rápida carga de caballería por parte de 92 jinetes del Regimiento «Dragones de la Reina». Afortunadamente, justo cuando los españoles estaban a punto de desmoronarse, el fuego de los proyectiles franceses incendió las eras y hierbas secas de alrededor, con lo que en cuestión de segundos se levantó una densa cortina de humo gris que al menos ocultó su repliegue hacia el Castillo de Almonacid.

La siguiente fase de la batalla tuvo lugar sobre el propio Castillo de Almonacid que recibió varios impactos de la artillería francesas, hoy en día visible pues algunos boquetes se conservan en el muro septentrional. Aunque los españoles por el momento retuvieron a los galos por la cara norte del Cerro Santo, pronto la Legión Polaca que venía desde el oeste escaló la pendiente del Cerro de la Cruz y les bordeó por el flanco derecho, amenazando con embolsar a todo el Ejército Español.

Como de costumbre el general Xavier Venegas fue otra vez víctima de la tensión del momento y pronto su mente se anuló presa de una crisis psicológica, manteniendo la mirada perdida y ensimismado sin emitir ninguna orden a sus oficiales mientras el desastre se cernía a su alrededor. Por suerte sus subalternos decidieron actuar por cuenta propia y tomar las riendas de las unidades supervivientes para intentar salvar al mayor número posible de hombres de la aniquilación, como por ejemplo hizo la caballería española frenando durante algunos minutos a la caballería francesa sobre la escarpada norte, o un grupo de jinetes hispanos que en un contraataque recuperaron tres piezas de artillería que los galos previamente les habían robado.

Repentinamente cuando la Legión Polaca que venía por el oeste y la 1ª División de Infantería Francesa por el norte estaban ya rozando la cima, tuvo lugar una explosión después de que un proyectil de artillería alcanzase cinco carros cargados de municiones, los cuales detonaron simultáneamente en un gigantesco estallido que primero espantó a los caballos y luego los hizo correr cuesta abajo atropellando a sus propios hombres, algo que terminó por minar la moral de la tropa y provocar una huida caótica y desordenada. En ese instante, ya cuando la batalla estaba perdida, Venegas al fin reaccionó y ordenó la retirada general justo en el instante en que los galos ya eran dueños tanto del pueblo como del Castillo de Almonacid.

La Batalla de Almonacid fue un completo desastre para el Ejército Español porque aquel 11 de Agosto de 1809 sufrió nada menos que 4.000 muertos y el abandono de gran parte de su material e intendencia sobre el terreno, aunque las bajas todavía serían mayores como posteriormente veremos en la retirada hacia Truleque. Contrariamente en el bando imperial, el Ejército Francés sufrió unos 2.000 muertos, de los que aproximadamente un tercio fueron polacos y un número bastante más reducido de alemanes y holandeses.

Crimen de la Ermita de la Oliva y repliegue a Truleque

Concluida la Batalla de Almonacid, el Ejército Francés se acomodó en la ciudad y las granjas de los alrededores, dejando a los heridos en un hospital provisional que se improvisó en la Ermita de la Oliva situada aproximadamente a entre 1’5 y 2 kilómetros del pueblo. Aunque aparentemente tras la victoria los galos ya no corrían ningún peligro, en las inmediaciones de la zona operaba un grupo guerrillero español con 220 partisanos al mando de Isidro Mir y Ventura Jiménez, quienes al anochecer se habían desplazado hacia una serranía próxima a la Ermita de la Oliva, hoy en día fácilmente reconocible el lugar por los molinos de un parque eólico.

Inesperadamente la noche del 11 al 12 de Agosto los guerrilleros españoles entraron en la Ermita de la Oliva, ahuyentando a los escasos guardias galos que huyeron hacia Almonacid y tirando la puerta abajo, para acto seguido irrumpir en sus muros y asesinar cruelmente a todos los heridos, muchos de los cuales fueron degollados en sus camastros o rematados con bayonetas, mientras que otros fueron sacados al exterior para que muriesen con los vendajes abiertos y las heridas a la intemperie. Durante la cruel matanza perdieron la vida entre 250 y 500 heridos según las fuentes, lo que convirtió aquel suceso en uno de los más polémicos crímenes de guerra cometido por las armas hispanas en la Guerra de la Independencia.

Como curiosidad a día de hoy, todavía queda algún vestigio de lo ocurrido en 1809 en la Ermita de Nuestra Señora de la Oliva, un edificio que por cierto ya tiene una historia y un pasado muy interesante desde su construcción en la Edad Media pues precisamente se erigió en aquel lugar con motivo a una supuesta aparición de la Virgen María. El elemento que todavía se conserva es un banco de madera en forma de arcón, cuya pesada tapa al abrirse revela la fecha de 1808, es decir, un año antes de la matanza de 1809, por lo que con total seguridad el mueble debió ser empleado por los heridos franceses antes de producirse la terrible matanza.

Lejos de acabar la tragedia con la masacre de la Ermita de la Oliva, a partir de la mañana del 12 de Agosto y durante las jornadas próximas sería el Ejército Español en retirada el que sufrió un verdadero calvario en su huida hacia Truleque y Ciudad Real. La razón de ello fue que en los días previos los soldados hispanos presentes en Almonacid habían carecido de agua corriente y la poca disponible en las norias que la desviaban desde el arroyo del Río Guazalete, había sido consumida por los caballos sin dejar apenas reservas para la tropa. De ese modo fue como al materializarse el repliegue, las fuerzas españolas abarcaron kilométricas distancias sin nada que beber, siendo azotadas por las típicas nubes polvorientas de la Mancha y encima con unas tórridas temperaturas veraniegas de entre 40º y 45º grados con un sol de justicia sobre sus cabezas. Como era obvio muchos cientos de combatientes españoles desfallecieron a causa de la deshidratación y murieron abandonados en mitad del camino, primero los heridos y luego los sanos, algo que sin duda pudo calificarse como una auténtica «marcha de la muerte».

El desastre de la Batalla de Almonacid fue uno de los muchos reveses encajados por las Armas Hispanas en su Historia Militar y en este caso en la Guerra de la Independencia Española. Aunque previamente la ofensiva del Tajo ya había fracasado desde que las desavenencias anglo-españolas forzaron la retirada del Ejército de la Mancha de Talavera de la Reina, lo ocurrido posteriormente en Almonacid convirtió el fiasco en un grave revés militar de mucha mayor gravedad que sólo sirvió para consolidar el dominio francés sobre el centro peninsular y alargar la contienda hasta el mismo final de las Guerras Napoleónicas en 1814.

Bibliografía:

La Batalla de Almonacid, 1809 de Leopoldo Stampa, Almena (Madrid, 2012)
https://sites.google.com/site/entre18091810/campanas/la-campana-del-tajo-junio-septiembre-de-1809/la-campaa-del-tajo-verano-de-1809
http://www.malaka.es/noticias_ampliar.php?id=55948
http://www.batalladetrafalgar.com/2009/04/batalla-de-almonacid-de-toledo-11-de.html







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4 comentarios sobre «Batalla de Almonacid, 1809 (por Rubén Villamor)»

  1. Interesante y excelente articulo. Un pequeño matiz, la infantería polaca no era de la Legión de la Vistula, fueron los regimentos 4, 7 y 9 del ejército del Ducado de Varsovia. La infantería de la Legion estaba en Aragón. Tampoco existían legiones holandesas o alemanas, eran tropas aliadas del los franceses del Reino de Holanda y el Confederación del Rin.

    1. admin

      Muy interesantes certeras apreciaciones, un abrazo caballero

  2. José Luis

    A pesar del baldón que supuso para las armas españolas, empañadas por el execrable asesinato, esto es, de los heridos franceses que se hallaban en el interior de la Ermita de la Oliva, el Conejo General de Extremadura, en nombre del Rey, concede en recompensa un escudo de distinción a cada uno de los que se hallaron en la empresa, resolviendo, además, ascender a los dos jefes responsables, así como a los oficiales subalternos y sargentos primeros al empleo inmediato superior y que se publique en la Gaceta.

    1. admin

      Muy interesante información, un abrazo

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